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IGUALAR HACIA ABAJO



¿Se le puede quitar a “los ricos”, por ricos, y a su vez defender la meritocracia? Ese es un argumento que varios sostienen sin embargo se contradice tanto en la teoría como en la práctica.

En primer lugar, es cuestionable el concepto de desarrollo y progreso que se tiene al momento de suponer que la inyección de dinero puede elevar al vulnerable. El quitarles a algunos para darles a otros, como medida necesaria para la evolución, supone la invisibilización de contexto y valores. Por más antigua que parezca la idea de que “llenar bolsillos no mata pobreza”, esta es muy vigente tanto en discursos políticos como políticas públicas.

Véase, la reciente conferencia de Alberto Fernández, donde se lamentó la pobreza del norte argentino, y menosprecio la riqueza del centro. “Han crecido unos pocos y se han empobrecido unos muchos”, fueron las palabras del presidente a modo de diagnóstico sobre los últimos años del país. Por un lado, se evita el actor que más ha crecido: El estado. Y por el otro, suena paradójico plantear un panorama crítico en la población argentina, que es real, y a su vez el castigo para lo que se han mantenido a flote.

También afirmó, “El estado debe estar muy presente en el desarrollo humano, y que finalmente lo que más vale es la igualdad” … ¿Un país de ciudadanos todos igual de pobres? La igualdad en sí misma no tiene nada de halagador, ser víctima tampoco, y menos aún que se implemente un sistema que lo glorifique.  Por esto es necesario entender qué significa realmente el mérito, y a qué se refiere un dirigente como Fernández al momento de emplear dicho término.

La meritocracia entendida como sistema distributivo deaccesos, modos de vida, bienes: que se basa en las decisiones y frutos cosechados por los individuos en un contexto de libertad. Es decir, un progreso dependiente del empeño propio. Ante esta idea, se postula la contracara: el sistema se presenta como una carrera cuya línea de comienzo es desigual. Esta analogía olvida que, también los concursantes son desiguales, y el “final de la carrera”,no es el mismo para todos. Es decir, no todos están dispuestos a aportar y sacrificar lo mismo.

Sin embargo, sería hipócrita suponer que las desigualdades no siguen aún presentes. Pero, la idea de quitarle al rico sigue siendo insatisfactoria para todos los concursantes: piénsese, en qué modificaría sacarle las zapatillas al corredor más “beneficiado”, si el “vulnerable” aún no sabe correr. Más allá de la comparación simplista, se olvida que, borrando el estándar de jugador triunfante, o “rico”, solo quedan pobres. Y, sobre todo, se mantiene la falacia de que el pobre es pobre por la mera existencia del rico.

No se debe quitar peso a la dificultad que tiene encontrar el medio para elevar al vulnerable en capacidades, y oportunidades. Sin embargo, la referencia a la meritocracia que muchos emplean hoy, solo pone más trabas y consume recursos; empleándolos para el discurso, y no el desarrollo. Invirtiendo en un sistema, donde el carenciado dependa cada vez más del estado y menos de sí mismo.

Escrito por Abril Trankels.

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